Acaba de salir a la luz pública un nuevo pronunciamiento del jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), alias "Timochenko", quien instó el lunes a entablar un diálogo "de cara al país" y "sin mentiras"[1].
Las comillas en las expresiones “de cara al país” y “sin mentiras” causan no sólo risa sino también indignación por la actitud cínica que ha caracterizado a estos individuos, reconocidos nacional e internacionalmente por su crueldad, mentira y su comportamiento terrorista que discrepan totalmente de su supuesta concepción política.
Su comunicado está lleno de reclamos al Estado, “verdades” acomodadas a su propósito y como es común en ellos, una auto presentación de su movimiento como redentores, cuando han sumido al país en un mar de sangre, destrucción y muerte.
Sin embargo, haciendo a un lado el discurso cínico y de propaganda de esta organización, las comillas de estas dos palabras deberían servir para una reflexión desde la sociedad acerca de qué tanto estamos preparados para un proceso de negociación y de qué tanto estamos dispuestos a construir un nuevo país en condiciones de equidad en un país considerado uno de los más inequitativos en un continente de iguales condiciones.
En el país siempre hemos escuchado acerca de unos determinados actores del conflicto, donde hoy día se mezclan peligrosamente no sólo movimientos guerrilleros con su tenebrosa evolución, sino también las organizaciones narcotraficantes, las bandas de delincuencia común y quienes se han desmovilizados y mutado de un movimiento a otros, en una industria delincuente de proporciones inimaginables.
Pero hay otros actores que solapadamente conviven con nosotros, son nuestros vecinos, inclusive gozan del reconocimiento y respeto de la sociedad y cuyo comportamiento contribuye a mantener inalterables las condiciones que dan origen a el ciclo de muerte y destrucción en el que llevamos casi un siglo.
Me refiero a los senadores, ministros, gobernadores, diputados, alcaldes, concejales, funcionarios públicos, empresarios, representantes de la justicia, miembros de gremios, en fin, individuos que con su corrupción, maniobras soterradas, se roban el presupuesto público, se apropian del mismo u obtienen inmensos beneficios para sí mismos y para sus familiares y amigos. Esos que con sus hábiles maniobras manipulan los contratos, los presupuestos, las licitaciones, para lucro de estrechos círculos privilegiados que con su poder económico y de relaciones, expropian de sus tierras a comunidades pobres bajo argumentos de procesos de desarrollo amparados por el Estado (o debería decirse amparados por funcionarios corruptos de entidades públicas), que bajo artimañas jurídicas nunca cumplen los contratos que les son otorgados para desarrollar obras de beneficio a la comunidad que nunca se terminan y que dejan a pobladores sin agua, luz, alcantarillado, escuelas, hospitales, vías públicas, entre otros, condenándolos a pervivir en la miseria y la pobreza.
Esos mismos que con abogados prestigiosos (diríamos que su prestigio es directamente proporcional a su falta de escrúpulos) logran salir avante en cualquier proceso que se inicie en su contra, campeando así la corrupción gracias a la actitud indolente de jueces, fiscales y miembros de la rama judicial a quienes poco o nada les interesan las difíciles condiciones de vida de miles de colombianos; esos mismos que gracias al cinismo de empresarios y presidentes de gremios prestantes son condenados a vivir con salarios de miseria (ya quisieran ver muchos colombianos a esos mismos prestantes empresarios sobrevivir un día con lo que ellos dicen ya es mucho dinero el que reciben los trabajadores)
Y aquí podemos agregar a los sindicalistas, que con baja producción y, ahí sí, excesivas prebendas condenan a las empresas a su quiebra, mientras pregonan una ideología comunista en tanto puedan vivir como el más adinerado capitalista; que hacen parte de numerosas ONG’s que cuyo discurso es igual de perverso en tanto pregonan el respeto por los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, pero buscan que se mantengan el dolor y la muerte para ellas obtener millonarias indemnizaciones por concepto de condenas contra el Estado (es decir contra todos los colombianos) y que nunca llegan a las víctimas que dicen defender. Pero esto merece una reflexión aparte.
En fin, sentarse a pensar un poco en este sentido debería ser un llamado para que ver qué país en el que queremos tenemos y el que estamos dispuestos a construir en un eventual diálogo de paz en medio de una guerra donde sólo vemos a unos actores pero donde convivimos con otros que nos condenan a muerte diariamente con sus acciones.
[1] SEMANA. 'Timochenko' insta a un diálogo "de cara al país" y "sin mentiras". Lunes 9 Enero 2012. Sección Nación. [Disponible on line] http://www.semana.com/nacion/timochenko-insta-dialogo-cara-pais-mentiras/170126-3.aspx
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